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martes, 7 de abril de 2009

Maldivas: el país que se hunde


Una agente de viajes me la describió como “esos lugares del mundo que uno quisiera guardar en un joyero”, cuando hace años le pregunté, por las islas Maldivas, pensando en un destino paradisíaco.Hoy la descripción cubre urgente vigencia, ya que este archipiélago ubicado en el Océano Índico, al sudoeste de Sri Lanka y la India, al sur de Asia, formado por 1196 islas, está condenado a desaparecer. A quedar completamente bajo el mar en el año 2050, a consecuencia del calentamiento global que derrite los hielos y aumenta el nivel de las aguas a nivel planetario.Tanto es así que el ingenio (o el mal gusto o el humor negro) del marketing aplicado al turismo, invita a visitarlo “mientras aún estemos aquí”, que es lo que han hecho luminarias como Penélope Cruz y su novio Javier Bardem en sus recientes escapadas románticas, ya que las Maldivas vive fundamentalmente de la industria turística de lujo.Para preservar la belleza de este conjunto de islotes, lagunas y atolones, habría que contar con un joyero gigante, que permitiera además alojar a sus 386 mil ciudadanos esparcidos en 203 de las 1196 islas, ya que si se cumplen los pronósticos que los dejarán con el agua al cuello en apenas cinco décadas, todos los maldivos se convertirán en “refugiados climáticos”, sin una tierra propia donde morar. El tema resulta dramático y probablemente sea la constatación más evidente de los efectos del calentamiento global, tal como se analizó en el Congreso sobre Cambio Climático realizado en Copenhague a comienzos de marzo pasado. En él se llegó a la conclusión de que el deshielo de las regiones árticas provocará una subida del nivel del mar de hasta un metro de altura durante este siglo, casi el doble de lo previsto anteriormente por las Naciones Unidas. Y como el 80 por ciento de las Maldivas se encuentra a menos de ese metro de altura, ese paraíso se esfumará.Compro país esquina con vista al marEl pequeño país, de población mayoritariamente musulmana y altos índices de pobreza, es presidido por Mohamed Nasheed, un hombre de 41 años que fue preso político de la dictadura que gobernó Maldivas hasta su elección democrática el año pasado. Su cruzada es resolver dónde y cómo van a vivir cuando el país literalmente se hunda, y hacer que el mundo tome conciencia de un problema que es de todos: "Nosotros entendemos quizás mejor que nadie lo que podría pasar si no hacemos nada respecto al calentamiento global o si el resto del mundo no tiene la imaginación suficiente como para hacer frente al problema. Esperamos convertirnos en neutrales en cuanto a la emisión de gases contaminantes y que otros sigan nuestro ejemplo", declaró Nasheed en una reciente entrevista con la BBC. La idea de Nasheed es ocupar un alto porcentaje de los ingresos del turismo para migrar el funcionamiento del país hacia energías no contaminantes, como la eólica o la solar. Pero lo fundamental es ver dónde van a vivir. Las opciones son tres: levantar murallas protectoras en torno a las islas mayores; insistir con el proyecto Hulhumalé, una isla artificial ganada al mar a base de hormigón y pensada para convertirse en el gran bote salvavidas del país, que el actual gobierno heredó de la dictadura; o comprar una isla en otro lugar del mundo, más segura, menos baja. El presidente Mohamed Nasheed ha hablado con varios países al respecto, a los que, ha dicho, encontró "receptivos". India y Sri Lanka serían el primer destino, debido a las culturas y climas comparables a los del archipiélago, pero también podría ser Australia. Por lo pronto, lo único cierto es que Maldivas se hunde inexorablemente, y mientras los turistas siguen visitando sus resorts de lujo, el 42 por ciento de la población vive en la pobreza, concentrada mayoritariamente en Male, la capital administrativa del país y que está rodeada por una muralla de tetrápodos de hormigón que alcanza una altura de hasta tres metros. Si bien se trata de un parche, fue esa muralla la que impidió que Male fuera arrasada por el tsunami de 2004 que durante varios minutos hizo desaparecer a la mayoría de las islas del archipiélago.Tras ese parapeto con que se intenta tapar el sol con un dedo (o vaciar el mar con un balde), vive la inocente población de un país pobre y pequeño donde las ciudades se recorren completas a pie en menos de 20 minutos y la responsabilidad en el efecto de los gases contaminantes sobre el clima es mínima.

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